Richard Calder (Londres, 1956) ejerció varias profesiones a lo largo de sus primeros treinta años de vida. Este licenciado en Literatura Inglesa viajó por el sudeste asiático y Australia antes de volver a su país natal y trabajar en el sector editorial, televisiones independientes y el departamento de prensa de la embajada norteamericana. Por suerte para los lectores, en 1990 se convirtió en escritor profesional a jornada completa. En 1992 publica Chicas Muertas(Dead girls en el original y publicada en España por Gigamesh), novela postciberpunk que acabó convertida en una trilogía (los otros dos títulos son Dead Boysy Dead Things) y adaptada a novela gráfica con guión del propio Calder.
A esas tres novelas se añaden otras siete y multitud de relatos cortos. Entre las obras largas cabría destacar Malignos (publicada en castellano por Gigamesh) y Babilonia (editada por Dilatando Mentes y con ilustraciones de Miguel Ángel Martín). En toda la producción de Calder se nota un interés por el encuentro y choque de culturas, un humor surrealista y un estilo barroco y denso, además de una enorme capacidad para lograr que el lector conecte con personajes de dudosa moralidad y a los que el autor no juzga. Pocos autores como Calder consiguen interconectar la tradición literaria anglosajona con la ciencia ficción más lograda y llevar la mezcla a un terreno propio.